domingo, 26 de julio de 2015

Santa Anita recupera las tradiciones y gastronomía



La celebración de Santa Anita -la fiesta de la miniatura-, es la expresión de la inocencia de los niños que tenemos dentro, una tradición que es necesario preservarla por su particularidad, además que recupera la diversidad gastronómica de la región, saberes antiguos y, lo que es más importante, permite la participación de la familia.

Esta celebración empezó un 26 de julio de 1884, en ocasión de celebrase el día de Santa Ana, las hermanas de esta orden organizaron un acto de confraternidad infantil. La actividad consistía en sencillos bazares, en el que se expendían juguetes, ropas de muñecas, masitas, refrescos y otros enseres cedidos (trueque) a cambio de botones de concha.

Inocencia
Según el director de la Casa de la Cultura, Nils Puerta Carranza, el evento es una expresión de lo inocente, valor fundamental en el espíritu humano y en el que predomina el intercambio, honesto y honrado, más allá de la comercialización de productos que tergiversa el sentido de la celebración, además que rescata el sentido de la solidaridad.
Puerta subrayó que es necesario cultivar esos valores en la personalidad de los niños para poder pensar a futuro en un mundo mejor, trascender lo transaccional en el sentido comercial y superar las miradas egoístas para pensar en lo colectivo.
Por su parte, el responsable del Archivo Histórico de la Gobernación, Elías Vacaflor Dorakis, admitió que ya no hay nada más que explicar sobre esta fiesta porque durante los últimos años se ha dicho todo sobre su historia y sus tradiciones orales recuperadas por lo que en ese sentido “no hay nada más que agregar”.
Sin embargo, criticó que esta tradición tarijeña se ve entorpecida por el criterio de gente que viene a Tarija con el pretexto de Santa Anita a vender productos que no son propios de la fiesta, plásticos, juegos de azar, juguetes chinos y un sin número de productos que tergiversan la celebración y le dan un tono comercial desproporcionado.

Identidad
Para la directora de Turismo de la Gobernación de Tarija, Viviana Ugarte, el evento es una más de las actividades que muestra la identidad cultural de nuestra región, es un activo que es posible aprovecharlo desde un punto de vista turístico por lo que es importante fortalecerla para mostrar al resto del departamento, del país y del mundo sobre las tradiciones que expresan el sentir chapaco.
“En esta fiesta comparte toda la familia, son cosas que ha veces uno no percibe a primera vista, pero ahí se nota que a la participación de los niños se suma la ayuda de los padres y de los abuelos porque hay saberes ancestrales que se rescatan en esta fiesta, es un activo cultural que para el turismo le viene bien para ser aprovechado”, detalló.
Sin embargo, para evitar desvirtuar la fiesta con actividades como la realización de ferias que ofertan otras cosas que no van con el espíritu de Santa Anita, Ugarte apuntó a que se deben adoptar políticas para que existan lugares o días en los que se pueda realizarla tal cual era antes.
Recordó que el municipio trabaja en que se definan algunos días en los que solamente sea para la tradición chapaca y abrir otros espacios para los artesanos que vienen a hacer su oferta y en el marco del respeto y la tolerancia se debe asumir el aceptar que ellos también pueden participar, pero en determinados espacios y momentos particulares.
Por otra parte, Ugarte también señaló que si Tarija pretende desarrollar el turismo gastronómico, la fiesta de Santa Anita es un espacio ideal para mostrar las comidas típicas de la región y apoyarla en este sentido.
Si bien las muestras son “en pequeñito”, ahí se ven cuáles platos se han perdido, cuáles siguen en vigencia y otros nuevos que parecen y es, sin duda, gracias a la memoria familiar que se involucra en la actividad y que tiene mucha presencia.
Por ejemplo, en cuanto a la repostería tradicional se encuentran desde los maicillos, las empanaditas de lacayote, rosquetes, hojarascas, además de ancucos y guitarritas que se encuentran en proceso de desaparición.
Entre los platos típicos se pueden observar el saice, la ranga, pequeños hornitos en los que las niñas muestran cómo se hace el pan, planchitas para hacer chirriadas, chanchito a la olla, sopita de maní, guiso chapaco, picante de gallina, picante mixto, etc. Además que aparecen cosas nuevas como el cabab ó el chanchito a la cruz, platos que se incorporan “y que los tarijeños los asumimos”, agregó.

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