Con el aporte de uno o dos pesos por feria tiene su puesto asegurado. Néstor Chorolque, vendedor de ropa usada, optó por las ferias itinerantes. Así no tiene que comprar un puesto en algún mercado que, según le dijeron, le puede llegar a costar hasta $us 35.000. Claro, no todo es fácil en la calle, porque cuando llueve se llena de barro y cuando hace mucho viento hasta su carpa de hule improvisada vuela. El viernes estaba en la feria de la Radial 10 y avenida 16 de Julio (séptimo anillo).
Como él, más de 5.000 vendedores de diversos productos viven como una especie de ‘gitanos’ que van rotando, de acuerdo con los días, por diferentes barrios de la ciudad.
Según un censo elaborado por el gobierno municipal, en Santa Cruz existen 57 ferias itinerantes que acogen desde tres gremiales hasta más de 400 comerciantes como la del barrio Coca-Cola, en las avenidas Virgen de Luján y los Chacos.
Cada feria se monta durante uno o dos días de la semana en algun área pública convenida con los vecinos. Los comerciantes llegan desde las 5:00 y se van al final de la tarde con sus palos y hules a cuestas.
No hay normas
Aunque todas estas ferias están aglutinadas en asociaciones, no existe ninguna norma municipal que las regule. Así lo admite el director de Mercados del gobierno municipal, Marcelo Ruiz.
Sin embargo, asegura que están en constantes reuniones con los dirigentes para tratar de ordenarlos y exigir ciertas condiciones, como que no dejen basura al irse o que usen algún baño del vecindario, ya que no existe ningún sanitario público.
Paulina Rodríguez, una comerciante de 65 años, tiene que pagar Bs 1 por hacer uso del baño de una vivienda que queda a una cuadra de la feria de Villa Brígida.
Alejandro Lobo, vecino, se queja un poco por la falta de limpieza del lugar y es que los comerciantes se asientan a lo largo del camellón de tierra del canal de drenaje de la Radial 10, que está lleno de desperdicios. Pero se siente satisfecho al saber que puede hallar productos más baratos y verduras frescas, y sobre todo cerca del barrio, porque el mercado más cercano le queda a casi un kilómetro de distancia.
Más movimiento
Otro que saca provecho es Daniel, un guardia privado de la zona, que todos los viernes presta sus servicios a los comerciantes desde las 6:00 hasta las 19:00. La asociación le paga Bs 100 por cada feria.
Mientras camina con sus bolsas en la mano, Nelsy Ábrego, que acostumbra visitar la feria itinerante de la avenida Juan Pablo II, por el barrio Ferbo de la zona norte cerca del quinto anillo, dice que al menos los viernes y sábado no tiene que pagar pasajes, porque de lo contrario tendría que ir hasta el mercado Los Pozos para abastecerse.
A otra vecina, Marcia Romelia Paz, que a diario tiene su venta de refrescos y empanadas, también le va mejor los días de feria.
En un día habitual genera unos Bs 100 a 130 y en un día de feria llega a los Bs 150 o 200. Otros vecinos venden agua, energía eléctrica y almuerzo a los comerciantes.
Sin embargo, Carlos Giles, que vive en el barrio Navidad, se queja porque como los comerciantes ocupan la acera oeste de la avenida, los compradores estacionan sus vehículos al borde de la avenida, perjudicando por momentos la circulación en la vía, que es una alternativa a la avenida Cristo Redentor.
Según el jefe de Registro y Planificación del Espacio Público, Ramiro Salgueiro, la Alcaldía está elaborando una norma para reglamentar las ferias itinerantes que responden a la política de desconcentrar el abastecimiento en la ciudad.
Ya las tienen identificadas (ver recuadro) y tratan de evitar su proliferación. Por su parte, Ruiz reconoce que hay comerciantes que se camuflan en esta actividad para no pagar ningún tributo, por lo que se está trabajando con la Secretaría de Recaudaciones (SER) para que cada feria pague una patente.
Un punto caótico
Todos los domingos, más de 500 gremiales toman la avenida que bordea el trillo, por la zona de la av. Virgen de Cotoca. Como una de las vías es de tierra, se asientan sobre la otra, que es asfaltada, impidiendo el paso de vehículos que se ven obligados a desviar por calles o por la avenida más próxima, Montecristo, a unas siete cuadras.
Óscar, un vecino de la zona, cuenta que la Alcaldía intentó hacer algo, pero solo logró que los vendedores no se salieran tanto hacia la avenida Virgen de Cotoca, aunque la ruta del trillo sigue siendo tomada.
En estas ferias hay de todo, desde productos de la canasta familiar hasta videos y CD.
Según Ruiz, los mercados distritales que construyeron no han dado cabida a muchos de estos gremiales porque, de acuerdo con la norma vigente, solo se admite la venta de productos de la canasta familiar, por lo que tienen que modificarla
FALTA CONDICIONES DE HIGIENE EN PRODUCTOS
Como la estadía es eventual, los comerciantes no suelen llevar mucho, menos freezer u otros equipos para refrigerar las carnes. Los puestos son simples mesas de madera donde tienden las carnes de res o de pollo, así como otros palos que sirven para colgar los chorizos.
Paulina Rodríguez vende gallinas criollas. Desde temprano lleva dos canastillos (como los de venta de cerveza) llenos de pollos pelados que los asienta en el suelo de tierra y los ofrece a la gente. “Estoy hasta la una (13:00) máximo, porque después el pollo empieza a oler mal”, reconoce con un gesto de inocencia.
La mujer de la tercera edad lo toma como una forma de sobrevivir, porque sus fuerzas no le permiten hacer otra cosa. Hasta hace poco también vendía papa, pero ahora le resulta muy pesado.
Muchos compradores no se percatan de la higiene, porque como la feria llegó al barrio, les permite ahorrar el pasaje hasta otro mercado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario