sábado, 21 de agosto de 2010

Urkupiña. Alasitas pasa del intercambio simbólico a lo comercial


Beatas, verduleras, canasteros, hojalateros y damas de la sociedad quillacolleña, entre otros, iniciaron la tradicional feria de Alasitas que cierra la festividad de Urkupiña.
Es una costumbre que viene de hace más de 70 años con el intercambio de productos por calvarios (billetes de alasitas), juegos populares y los tradicionales “remates”. La feria de Alasitas en Quillacollo tiene una connotación religiosa a devoción de la Virgen de Urkupiña, que no tiene nada que ver con el Ekeko de la zona andina, según la explicación del profesor Carlos Vargas.
“Alasitas de hace setenta años no era como la de ahora. Era una cuestión pequeñita de unas 10 familias que se reunían detrás del templo, donde se encuentra el Santo Sepulcro”, recuerda un vecino y ex monaguillo de la Iglesia, Hugo Santa Cruz.
Cuenta que la actividad fue una iniciativa de las hermanas Albéstegui, beatas encargadas de la catequesis en Quillacollo y que realizaron manualidades en miniatura para recaudar algunos fondos para la Iglesia. Las miniaturas eran muñequitos en forma de perros, gatos y otros.
Como consecuencia de esta actividad, que causó sensación en los niños, se sumaron inicialmente las costureras y luego las comerciantes de verdura.
LA FERIA Esta actividad va creciendo y se consuma con la participación de los pobladores del sector de Cota y “La Canastería” de Chullumani, conocida anteriormente como “La Chulla”, donde empezaron a fabricar canastitas pequeñas y despertaron la creatividad para llenarlas con todos los insumos del hogar en miniatura. La fecha de la feria se instituyó el 24 de agosto, con el padre Francisco Cano, cuando la Virgen de Urkupiña era trasladada a la urna que hasta el día de hoy se encuentra en la parte posterior del templo, junto al Santo Sepulcro. La mañana del 25 de agosto, las comerciantes llevaban la imagen de la Virgen en romería hasta el mercado municipal, tradición que aún se conserva. Con la devoción de Hugo Cuenca, propietario de una de las imprentas más antiguas de Cochabamba (desde 1845) ubicada en la Nataniel Aguirre, llegan los primeros billetes de calvario, en un material tosco y con la imagen de Urkupiña impresa, según la investigación de Vargas.
Hugo Santa Cruz recuerda, que la empresa “La Papelera” y el empresario Laureano Rojas fortalecieron esta iniciativa con nuevos billetes. Con la llegada de devotos de la ciudad y del Valle Alto el espacio tras el templo se saturó. Entre el año 1969 y 1970, con la participación del padre René Panozo, se trasladó la feria a la plaza 15 de Agosto, ubicando a la Virgen en la glorieta, más conocida esos años como el kiosko. Los devotos paceños y del interior llegaron con innovaciones en miniatura.
Promueven rescatar las costumbres
Noe Perez (*)
Especial para Opinión
Este año la Alcaldía Municipal de Quillacollo, a través de la Dirección de Cultura lanzará el concurso “Tradiciones de Alasitas”, con la finalidad de rescatar la feria de antaño con sus costumbres y tradiciones donde no mediaba el dinero.
La actividad que se realizará este sábado 28 de agosto pretende constituirse además en una herramienta de aprendizaje y enseñanza lúdica para los niños del nivel inicial de las unidades educativas de este municipio.
La Cooperativa Quillacollo se sumó a esta iniciativa e instalará un mini banco donde los niños podrán retirar billetes de alasitas, impresos exclusivamente para esta ocasión, en cortes de 10, 20, 50, 100 y 200 bolivianos.
Los niños realizarán turno de venta y compra con el apoyo de maestros y padres de familia aprendiendo a realizar transacciones y explicar el valor del ahorro.
La actividad empieza a las nueve de la mañana en la calle Pacheco entre la avenida de la Integración y la calle Cochabamba. Mientras tanto este domingo varios “mercaditos de Alasitas”, serán instalados y de esta manera se da conclusión a la fiesta de la Virgen de Urkupiña.
“El remate” de obsequios
“¡Este conejo sobre la base de mil pesos...! ¡Este osito de juguete a quinientos pesitos!”, anunciaba a grito abierto José Bellot, que desde hace más de 70 años es sacristán del templo y hoy el único diácono de la misma. Acompañado de su esposa era el encargado de “el remate”, una especie de subasta donde participaba toda la población. La Virgen recibía las ofrendas que eran los mejores productos del trabajo o actividad de los pobladores. Es así que recibía gallinas, conejos, patos, verduras y hortalizas gigantes, chompas tejidas a mano y las reñidas tortas de la profesora Nora que eran disputadas por los hermanos Osinaga.
Cuentan que los primeros regalos que llegaron desde afuera fueron los tambores de coca del Chapare, junto a las ofrendas de peregrinos del oriente. Mientras los adultos participaban del remate, los niños jugaban con las compras de alasitas en las galerías alrededor de la plaza. También tenían el juego popular de la perinola con una especie de dado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario